martes, 28 de enero de 2014

Una triste historia

Las gradas del estadio lucían vacías de pueblo, del pobre, del hondureño luchador no del engañado por una esperanza de chamba o una mochila de paraca. Los invitados con soberbia le contaban a los periodistas que sus costosos y planchados trajes eran de diseñador Europeo, sus zapatos de piel de lomo de verga de camello y sus floreados sombreros importados de Inglaterra, sus caras inmóviles de tanto estirase los pellejos, restregándole al pobre espectador sus riquezas, la mayoría, mal habidas en años de estar mamando de la teta de un gobierno, a todo pulmón escupían a los micrófonos con sus caras inmutables que tenían 20 años en el congreso y 40 en el gobierno… los medios en cadena forzada, escondiendo el estadio vacio, las lágrimas de cocodrilo, los falsos discursos que parecen más amenazas al pobre que esperanzas de terminar con la desigualdad de siempre, esperanzas de una mejor educación, de una mejor vida; las gloriosas frases repetidas hasta causar vomito de “hacer lo que tenga que hacer”, otras incoherentes como servir “unos días si y otros días también” el servilismo mostrado a los poderosos extranjeros, las sonrisas fingidas de los regordetes jugadores del Monopolio legalizado, con sus contratos listos para quitarle las empresas al pueblo, las que ellos mismos han quebrado, listos para llevarse nuestra riqueza natural como lo han hecho siempre, afuera, los juras, los mismos pobres mal pagados policias, con sus caras tapadas para que no los reconozcan sus padres, hermanos, primos y abuelos, demostrando que tienen fuerza, poder y obediencia, cachimbeando gente, mujeres, ancianos, tratando de sofocar una oposición que no cree en sus jefes. Hoy, siguen bien trajeados, en almuerzos de trabajo, repartiéndose el pastel.
Lula DaSilva, al ser elegido presidente, el primer día de su gestión llevo a todos sus ministros a los lugares más pobres de Brasil, a aprender. Quería que el presidente del Banco Central o su ministro de Hacienda “vieran a ese país que no se queja, que no hace manifestaciones, pero que está ahí, que es real y verdadero”, El, DaSilva, salió de esos sitios pobres, igual que el elegido, Lula, tal vez se fue a la cama sin comer más de alguna vez, igual que él, pero Lula sí reconoce su dura experiencia y la tomo como ejemplo, un ejemplo que nunca aplicaran aquí…






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