Ese diciembre, al fin de año, Doña Alicia me llamo cuando me
vio en la calle jugando potra, me hizo entrar a su siempre reluciente sala y me
puso un sobre con mi nombre en él en mis manos, “esto es tuyo” me dijo “hace
tiempo te lo quería dar, nos vemos” dijo,
indicando que la plática era así de corta, tal vez porque me vio sucio y
sudado de pies a cabeza resultado de las revolcadas de la potra callejera y no
quería que le ensuciara su pulcra sala. Salí un poco confundido, abrí el viejo sobre
y en el había 3 Lempiras con 50 centavos y una nota con un nudo en la garganta que
decía “saldo del ahorro de Jorgito”.
Diez años atrás, nos reuníamos en casa de Alex y Carolina,
dos hermanos hijos de doña Alicia, a los que nunca dejaba salir más que para ir
al colegio, ella no dejaba que sus hijos tuvieran amigos en el barrio pero había
permitido a algunos cipotes del barrio llegaran a jugar, yo y mis menores
hermanos y mis vecinos hermanos Salomón y Enma éramos los elegidos. Siempre las reuniones eran
para jugar Lotería o Monopolio y así pasábamos la tarde entre risas acompañados
de “El Catrín”, “El Borracho” o comprando alguna propiedad en “Rua Augusta”
mientras doña Alicia nos llenaba con bandejas de churritos fiesta, dulces o galletas con
refresco de Cool-Aid.
Uno de esos días, doña Alicia nos dijo: quiero que hagamos
algo por nosotros, ahora cuando vengan, me van a dejar un ahorro, de la
cantidad que sea, en estos sobres voy a escribir sus nombres y ahí vamos a
guardar el ahorro, a final de año vamos a ver qué hacemos con él. ¿Qué opinan?
Nosotros éramos niños de 7 años, todavía sanos, confiados y aceptamos el reto.
Paso todo el año y nosotros, cada visita aportábamos para el
ahorro lo que nos sobraba en monedas. Una tarde de diciembre, unos días antes
de navidad, doña Alicia nos reunió y dijo: mañana se vienen bien bañados y cambiados
porque vamos a salir, ¡por fin vamos a disfrutar del ahorro navideño!… Una gran
noticia.
Llegamos a la hora pautada y caminamos hacia el centro, hacia
aquel Restaurante tipo americano llamado Brik Brak, entramos todos y nos
sentamos en aquellas grandes sillones de respaldar alto de cuerina, ese
restaurante que olía tan especial, una combinación entre sándwich cubano con
papas fritas, hamburguesas, café y malteadas. Teníamos derecho a pedir lo que
quisiéramos mientras tanto estuviera dentro del presupuesto de tus ahorros,
todos teníamos suficiente para una hamburguesa doble o el famoso sándwich
cubano, de los mejores de Tegucigalpa, además de una rebanada de pastel de
manzana con una bola de helado encima… “El otro año vamos a ver cuanto
ahorramos y a ver a donde vamos” comentábamos en nuestro regreso al barrio… El siguiente
año no fue igual por lo menos para mí. Yo ya casi nunca iba a casa de los
hermanos, me junte con otro grupo de amigos, otro ambiente y ya no era del
grupo selecto por doña Alicia quien después casi nunca me hablaba más que para
saludarme, hasta ese día, diez años después, cuando me llamo para darme ese sobre con
mi nombre y con los ahorros más especiales de mi vida…
Muy bueno.
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