Me acosté sobre la hierba bajo aquel inmenso árbol, empecé
mi viaje a ese universo privado donde los sonidos se convierten en música, los olores traen recuerdos, los recuerdos se
vuelven pinturas, se vuelven historias sin acabar, se vuelven besos que no se
pudieron dar, se vuelven poesías que no se pudieron leer… se vuelven
melancolía. El impresionante azul del enorme cielo me hizo sentir
insignificante y las nubes moldeaban toda clase de formas intrínsecas y entonces
imaginé que el pasatiempo de Dios era dar formas a esas nubes, para que las
adivinen los locos, los enamorados y los niños…
lunes, 3 de julio de 2017
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