El.
Ese viernes habían transcurrido 16 horas desde que se sentó
en su cama, frente al espejo, inmóvil, tenía aquella mirada en sus ojos, esa mirada
que el mismo temía pero que no podía controlar… después vinieron con más fuerza
las voces, aquellas voces que había venido escuchando desde hace varios días y
trataba de convencerse que de pronto se callarían, que ya no lo atormentarían
más… había tenido una semana de mucho trabajo en el taller de mecánica donde
trabajaba desde que era un niño, descuidado por su madre, abusado por su padre,
vivía solo desde entonces y sus vecinos ya se habían acostumbrados a ignorarlo
debido a su introvertida vida, la que nadie conocía… Las voces le decían “ella es
la malnacida, una muchacha decente no deambularía por ahí a las 10 de la noche, con ropa inadecuada, es una
manzana podrida, un monstruo aberrante, una vida sin valor que merecia una dura lección”
Ella.
Ese viernes habían
transcurridos 16 horas desde que salió de su casa en aquel pobre barrio donde
vivía con su abuela, el trabajo de domestica le había robado las intenciones de
estudiar, de conocer muchachos de su edad, de vivir sus 17 años como la mayoría
de las niñas… Desde hace varios meses atrás trabajaba para una familia
acomodada que aunque le pagaba menos del salario que debía ganar, era un trabajo
estable y se ganaba el bocado y el de su abuela. Sus pies parecían quemarse, el cansancio la dominaba, necesitaba darse
una ducha y dormir… dormir… es lo que menos hacía, debía llegar a su casa a
bañar a su abuela, prepararle la cena, suministrarle sus medicamentos, cuando había,
limpiar y acostarse a ver el techo y pensar en su trágica vida hasta que sus ojos
se cerraban, sin soñar, despertaba sin soñar…
Ella Salió del trabajo, a las 10 de la noche como era costumbre, cruzo por el callejón, ese callejón que siempre le causo temor… y esta vez, para su desgracia se encontró con El…
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