Llegó el 3 de octubre y como todos los años, los cipotes de
las escuelas nos preparábamos para ir a coronar a Morazán al pie de su estatua
en el Parque Central de Tegucigalpa. Como habíamos recibido una advertencia el
día anterior de parte del Director de la Escuela todos íbamos bien bañados y
limpios, algunos con el uniforme gris y blanco nuevo. Salimos temprano aquella
fresca mañana, todos en fila india hacia el parque central que queda cerca de
la escuela, ya estaban ahí varias escuelas, los cadetes de la escuela militar
formados alrededor de la estatua, varios oficiales con sus relucientes medallas
y algunos sonrientes políticos de la municipalidad. El director comenzó a
formar a todos los cipotes frente a la estatua cuando llegó Raúl, un niño
compañero nuestro muy humilde, llego con su uniforme limpio pero un poco
gastado, el único que tendría, y los zapatos lustrados pero pelados de la
punta. Cuando el director lo miró le increpó el por qué venia así, Raúl explico
que sus papás no tenían dinero para comprarle zapatos nuevos y menos un
uniforme… ¡Es imposible, que falta de respeto la tuya de venir así, todo harapiento,
te hubieras quedado en tu casa entonces! le dijo enfrente de todos, Raúl bajó
la cabeza al tiempo que se le asomaron unas lágrimas debido a la humillación,
nadie intervino. Al ver a Raúl llorar, sentí tristeza y enojo, me salí de la
fila y corrí hasta donde estaba nuestro maestro, el profesor Mauricio López,
nuestro héroe, y le conté lo que había pasado. Inmediatamente dejo lo que
estaba haciendo y se fue a donde estaba Raúl yo iba detrás, al llegar le
pregunto: ¿qué paso Raulito? Raúl no contesto, se sentía humillado y apenado…
el director se apuró a decir: ¡es que no ves cómo viene este cipote, con ese
gastado uniforme y zapatos rotos, es una falta de respeto! El profesor Mauricio
se acercó a Raúl y le puso la mano en la espalda al tiempo que lo acerco para
abrazarlo y le dijo algo al oído, levanto la mirada a la estatua y después nos gritó
¡¿Quién quiere cono?! ¡Todos gritamos YO! ¡Entonces vamos a comer cono! Dijo,
todos nos salimos de la fila y lo seguimos hasta llegar a los deliciosos Conos
Kibom, en el centro de Tegucigalpa, felices, mientras los demás cipotes de los
otros grados se quedaban formados y firmes a la orden del director de quien
escuchamos gritar mientras caminábamos: ¡Mauricio! ¡Mauricio! Como no cabíamos
en la conera, algunos nos sentamos en la calle felices a comer cono, mientras
varios teníamos curiosidad de lo que el profesor Maurcio le había dicho al Raúl
al oído… le preguntamos y Raúl, aun con su timidez nos confesó que el profe le
dijo: A la mierda el director y a la mierda Morazán…
domingo, 29 de julio de 2018
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