Juan caminaba por aquella oscura calle que daba acceso a su
trabajo en un pequeño supermercado, había salido tarde de trabajar porque su
jefe reunió a todos los empleados para darles el pago de su aguinaldo de medio año
que habían estado esperando
–Al fin voy a poder arreglar el carro- pensaba. Aquel silencio
en la calle y la oscuridad de la noche fueron interrumpidos por un par de luces
y el sonido de un motor. Juan camino más rápido y trato de no voltear, metió sus
manos en la chumpa mientras caminaba con los hombros encogidos y entre labios
una poderosa oración que ya le había funcionado antes en un par de ocasiones…
al acercarse el carro sus palpitaciones se hicieron más rápidas y fuertes e
hizo una profunda inhalación y retuvo el aire en sus pulmones, cuando el auto
se detuvo bruscamente a su lado y de él se bajo un hombre fornido y mal encarado
que con una voz muy ronca, la más ronca que jamás había oído le grito: ¡Quieto
compita, no te menies, saca las manos de la chumpa! Soltó el aire de sus pulmones
y con nerviosismo saco las manos y las subió a la altura de su cabeza…
-Baja las manos papo viejo- le dijo el ladrón mientras con
una mano registraba todos los bolsillos y con la otra sostenía una enorme arma
de fuego.
–Solo palmados me íncontrado hoy- dijo mientras Juan miraba
nerviosos el brillo de unos dientes de oro al tiempo que escuchaba el sonido
del papel del sobre con su dinero que salía de la bolsa de atrás de su pantalón,
cerró los ojos y solo pudo pensar en su esposa embarazada y su hijito de 2 años
que lo esperaban en casa.
¡Démola compa! Dijo el ladrón al chofer y arrancaron el
carro pero no habían avanzado ni diez metros cuando se detuvo y comenzó a
retroceder, a Juan casi se le paró el corazón cuando escucho al ladrón y a su cómplice
discutir… - hoy sí… ya me fui – pensó entre
resignado y asustado, el ladrón bajo de nuevo del carro y le pregunto con aquella
extraña voz y aquel raro hablar:
¿Cómo se llama compita?–
-Juan, contesto
-Ve!… igualito a mi! pero ahora me dicen el Johnny
Y ¿pa onde va compa?- pregunto Johnny
– no se preocupen – dijo Juan – voy aquí cerca –
-nombe compita subase a la máquina que le doy rai –
- No, de verdad que no – repitió Juan
-Que te subas te digo! Repitió el ladrón ya con tono de
orden
Juan se subió al carro y luego Johnny… mientras Johnny
manipulaba su arma y le decía que no mirara su cara ni la del conductor, a Juan
le volvieron los pensamientos a su mujer y a su hijo, al Padre Nuestro y al Ave
María, el tiempo se le hizo el más largo de su vida, después de un rato de
andar divisó la parada de buses y dijo:
-Aquí me pueden dejar, aquí agarro el bus-
-Tas seguro?- pregunto Johnny
-Si, por favor dejenme aquí- dijo Juan con un tono de voz
casi suplicante
-Parece compa- ordeno Johnny al conductor… Vaya, apiate, ordeno
a Juan.
Cuando Juan bajo del carro Johnny lo detuvo con su mano en
el pecho y le pregunto:
-¿Andas biyuyo pal bus?
-No- dijo Juan
Johnny saco el sobre de Juan, lo abrió y saco 50 Pesos y se
los dio – Nos vemos compita- dijo al despedirse.
Juan se monto al bus aun nervioso y acongojado, miro los 50
pesos y pensó: – Buena onda este Johnny-…
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