domingo, 8 de junio de 2014

EL MIGUEL

El Miguel era un tipazo, éramos compañeros de escuela, teníamos 10 años y cursábamos 5to grado en la Escuela Pública Centro América del Barrio Abajo, aunque al principio de año Miguel le caía mal a muchos debido a que aparentaba ser un engreído de clase social alta pues solía vestir y calzar muy bien y siempre andaba bien limpio; pero yo lo conocía mejor porque también éramos vecinos, conocía a su familia y sabía que era una persona muy noble e inteligente.
Cerca de la escuela abrieron un pequeño Café donde también vendían conos de helado, una delicia que era relativamente nueva para la mayoría de los cipotes del barrio que ahorrábamos para ir los viernes, además, el lugar donde vendían mi favorito: helado de Pistacho…
Uno de esos días viernes después de clases Miguel me invito a un cono, ¡como decir que no!, llegamos al pequeño Café, Miguel entró y se sentó en una pequeña mesa, yo junto a él, una nueva y joven mesera del lugar, de unos 18 años, nos miro con cara de desagrado, me imagino que su tarde había sido mala, no como la de nosotros que veníamos de disfrutar de las historias y las experiencias radicales del profesor Mauricio López y sus protestas magisteriales opositoras de aquellos tiempos. La mesera se nos acerca y nos dice de mala gana –¿Que quieren?- ¿Cuanto cuestan un cono de pistacho y uno de vainilla con crema de fresa encima? Pregunta Miguel – 80 centavos – respondió la mesera – Estas mesas solo son para los que van a comer – recalcó la mesera sin quitarnos la vista de encima – Esperece, ya nos vamos- le respondió Miguel aumentando en ella su mal carácter.
Miguel se mete la mano al bolsillo y saca unas monedas y comienza a contar… -Hummm… ¿Cuanto cuestan sin la crema de fresa? – vuelve a preguntar Miguel, mientras yo lo observaba a él con verdaderas ganas de un cono y a ella con cara de impaciencia y pocos amigos…- 50 – dijo bruscamente. Miguel contó de nuevo las monedas y dijo, -entonces me da dos conos pero sin crema por favor, uno de vainilla para mí y uno de pistacho para el-.
La mesera se fue y regreso con las dos delicias de helado sobre conos de galleta waffle y con su mala cara, nos los dio y puso el ticket de la máquina registradora con la cuenta de 50 centavos y se fue.
Nos levantamos para ir degustando el cono en la calle y Miguel saco las monedas del bolsillo y las puso en la mesa. De reojo conté para ver si Miguel había puesto la cantidad correcta. Mientras salíamos del local, La mesera llego con un trapo en la mano pensando que la habíamos hecho limpiar otra mesa más y recogió las monedas, antes de salir, volteo mi cabeza para verla y ella nos estaba mirando, al verme, me sonrío tímidamente y bajó la mirada, a lo mejor pensando que había sido injusta con Miguel quien había puesto ordenadamente dos filas de monedas de cinco y de diez centavos, cincuenta centavos por los conos y 30 centavos para ella, como propina…

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