En el muro de atrás de la casa de Pito estaba el límite. De ahí era prohibido pasar. Eso nunca nos detuvo. Ese hermoso lugar donde se erguían orgullos unos enormes árboles de mango era la mansión de Doña Laura de Lozano, se llama Villa Roy. Era su fiel sirviente, el temido “Juan Pelón” el adorador de perros y la pornografía quien se encargaba de proteger ferozmente que los mangos se pudrieran en el suelo del enorme patio que rodeaba la mansión.
Ese día escuchamos la noticia, Doña Laura había pasado a mejor vida, sea cual sea la vida después de la muerte, la de ella debía ser mejor… encerrada eternamente en esa mansión, enferma y solitaria, se merecía una mejor vida después de esa.
Como cada semana, después de la escuela nos escabullimos por el muro a la parte baja del patio. Eramos Pito, el choco, el Patán, el Peludo, Mando y yo, el Ficha, todos entre los 11 y los 15.
Al empezar a subir la loma, vimos como pasaba hacia el portón el hermoso Mercedes Benz negro que Doña Laura le heredó a Juan Pelón, era nuestra oportunidad, estábamos solos. Como siempre, se subieron a los palos, el choco, Pito, el peludo y mando, ellos arrancaban la fruta madura de las ramas mientras el Patán y yo nos quedamos abajo atrapándolas y recolectándolas en un saco. Era una tarde especial, con ese olor de los mangos que traía el viento entre las hojas de los arboles y los mangos que cada vez eran más hermosos. Empezaba a oscurecer y nunca nos quedábamos hasta esas horas porque Juan Pelón soltaba los perros. Ese día se torno diferente, se sentía raro… de repente los grillos y los pájaros dejaron de cantar y se hizo un silencio fuera de lo común, obedeciendo los avisos del mal presentir me volteé al Patán y le pregunté: ¿Patán, sentís algo raro? Al ver su cara pensé: ¿Por qué me mira con esos ojos? que le pasa? No me miraba a mi, estaba paralizado! Horrorizado! En ese momento los perros de Juan pelón empezaron a aullar desesperadamente, como si hubiesen visto al mismo diablo, al tiempo que Mando gritaba: Hay Dios mío! Hay Dios mío! Y voló sobre mi cabeza al lanzarse del árbol y empezó a correr como loco… por instinto, yo comencé a correr detrás de él pensando que venían los perros y nos iban a comer vivos, me volteé y vi como los demás se lanzaban del árbol despavoridos, el peludo que siempre fue el más valiente, corría como nunca, el choco tenía la cara tan pálida como un papel y Pito venia llorando, pero el Patán seguía parado al lado del árbol, no lo podía dejar para que fuera alimento para perro, a pesar que le temía fóbicamente a los perros, agarre valor y me regrese hasta donde estaba, lo sacudí fuertemente del brazo y le grite: corre Patán, corre!, el reacciono me sujeto fuertemente del brazo y empezó a correr a mi lado, pero no me soltaba, se aferro tan fuerte que sentía como sus dedos se enterraban en mi brazo, de alguna manera, como nuclear, saltamos el enorme muro con la fuerza que te da el miedo, al llegar a la casa de Pito todos estaban ahí, sudando y con sus rostros aun con miedo y respirando profundamente… yo reí, sería de los nervios, y les dije: maricas!, que carrera les saco esos perros jodidos! Todos me miraron con sus caras estupefactas y me dijeron casi al mismo tiempo: No la viste?!!! No la viste?!!! Que?! –pregunté- a Doña Laura!…era Doña Laura!… Pero como si ella murió ayer!?... Aun hoy, igual que esa vez, se me erizaron todos los pelos del cuerpo y un escalofrío me hizo temblar, recordé la expresión de Patán al lado del árbol y le grite: como la viste! Contáme! Me miro y dijo con los ojos aun con lagrimas: volteé al fondo de los palos y la vi por el camino de piedras, venia vestida de blanco, despeinada, me estaba mirando con una cara huesuda y blanca y me llamaba!!!, los otros interrumpieron gritando, ¡yo también la vi, yo también la vi!
Ese día, regresamos al barrio a contar nuestra historia, por supuesto, casi nadie la creyó, nos sentamos en la acera, callados, cada uno con sus pensamientos de la experiencia de ultratumba que habíamos vivido. Yo pensé en lo bueno que era no haberla visto aunque me daba un poco de envidia morbosa, también pensé que si acaso fue algún tipo de histeria colectiva, pero porque no yo? Me dije, cuando iremos de nuevo a Villa Roy?... hijueputa, dejamos los mangos…!!!
Ese día escuchamos la noticia, Doña Laura había pasado a mejor vida, sea cual sea la vida después de la muerte, la de ella debía ser mejor… encerrada eternamente en esa mansión, enferma y solitaria, se merecía una mejor vida después de esa.
Como cada semana, después de la escuela nos escabullimos por el muro a la parte baja del patio. Eramos Pito, el choco, el Patán, el Peludo, Mando y yo, el Ficha, todos entre los 11 y los 15.
Al empezar a subir la loma, vimos como pasaba hacia el portón el hermoso Mercedes Benz negro que Doña Laura le heredó a Juan Pelón, era nuestra oportunidad, estábamos solos. Como siempre, se subieron a los palos, el choco, Pito, el peludo y mando, ellos arrancaban la fruta madura de las ramas mientras el Patán y yo nos quedamos abajo atrapándolas y recolectándolas en un saco. Era una tarde especial, con ese olor de los mangos que traía el viento entre las hojas de los arboles y los mangos que cada vez eran más hermosos. Empezaba a oscurecer y nunca nos quedábamos hasta esas horas porque Juan Pelón soltaba los perros. Ese día se torno diferente, se sentía raro… de repente los grillos y los pájaros dejaron de cantar y se hizo un silencio fuera de lo común, obedeciendo los avisos del mal presentir me volteé al Patán y le pregunté: ¿Patán, sentís algo raro? Al ver su cara pensé: ¿Por qué me mira con esos ojos? que le pasa? No me miraba a mi, estaba paralizado! Horrorizado! En ese momento los perros de Juan pelón empezaron a aullar desesperadamente, como si hubiesen visto al mismo diablo, al tiempo que Mando gritaba: Hay Dios mío! Hay Dios mío! Y voló sobre mi cabeza al lanzarse del árbol y empezó a correr como loco… por instinto, yo comencé a correr detrás de él pensando que venían los perros y nos iban a comer vivos, me volteé y vi como los demás se lanzaban del árbol despavoridos, el peludo que siempre fue el más valiente, corría como nunca, el choco tenía la cara tan pálida como un papel y Pito venia llorando, pero el Patán seguía parado al lado del árbol, no lo podía dejar para que fuera alimento para perro, a pesar que le temía fóbicamente a los perros, agarre valor y me regrese hasta donde estaba, lo sacudí fuertemente del brazo y le grite: corre Patán, corre!, el reacciono me sujeto fuertemente del brazo y empezó a correr a mi lado, pero no me soltaba, se aferro tan fuerte que sentía como sus dedos se enterraban en mi brazo, de alguna manera, como nuclear, saltamos el enorme muro con la fuerza que te da el miedo, al llegar a la casa de Pito todos estaban ahí, sudando y con sus rostros aun con miedo y respirando profundamente… yo reí, sería de los nervios, y les dije: maricas!, que carrera les saco esos perros jodidos! Todos me miraron con sus caras estupefactas y me dijeron casi al mismo tiempo: No la viste?!!! No la viste?!!! Que?! –pregunté- a Doña Laura!…era Doña Laura!… Pero como si ella murió ayer!?... Aun hoy, igual que esa vez, se me erizaron todos los pelos del cuerpo y un escalofrío me hizo temblar, recordé la expresión de Patán al lado del árbol y le grite: como la viste! Contáme! Me miro y dijo con los ojos aun con lagrimas: volteé al fondo de los palos y la vi por el camino de piedras, venia vestida de blanco, despeinada, me estaba mirando con una cara huesuda y blanca y me llamaba!!!, los otros interrumpieron gritando, ¡yo también la vi, yo también la vi!
Ese día, regresamos al barrio a contar nuestra historia, por supuesto, casi nadie la creyó, nos sentamos en la acera, callados, cada uno con sus pensamientos de la experiencia de ultratumba que habíamos vivido. Yo pensé en lo bueno que era no haberla visto aunque me daba un poco de envidia morbosa, también pensé que si acaso fue algún tipo de histeria colectiva, pero porque no yo? Me dije, cuando iremos de nuevo a Villa Roy?... hijueputa, dejamos los mangos…!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario