Salomón el Loco llegó con su rápido caminar, encorvado como si llevara una pesada carga en sus hombros,susurrando sin parar. Dicen que fue un superdotado médico especialista cirujano de algo, que se graduó en la famosa Universidad de Harvard, regreso a Honduras pero que de tanto estudiar se volvió loco… Los años pasan y Salomón el loco no deja de llegar hasta el fondo de la calle, donde se sienta en una acera y se dedica exclusivamente a mirar el suelo y a murmurar y murmurar sin parar, con un dedo tocando su sien derecha, con la otra mano sobando su larga barba y con las piernas cruzadas, elegantemente; luego se paraba y se iba por donde había venido. Nadie sabía lo que decía porque nadie se le acercaba, pero contaban que hablaba de procesos quirúrgicos, de operaciones cerebrales y de extracción de tumores. Nadie nunca le miro a los ojos. Nadie sabía donde dormía, donde y que comía, nadie sabía si acaso reía o lloraba… solo susurraba, eternamente susurraba. Andaba descalzo, vestía un harapiento traje; saco y camisa manga larga que se fundían en una maraña de pedazos de tela oscura y sucia, a veces daba la impresión de ser un joven de facciones finas que se negó a envejecer, otras veces de tener 1000 años y que estaba condenado a no morir nunca. Salomón pasó a ser parte de mi barrio, uno de los tantos locos que llegaban, pero este era diferente, nadie le molestaba, nadie le hablaba…ya nadie le miraba. Me pregunto si es verdad que nunca iba a morir, si andará todavía en la calles de Tegucigalpa, si llegará todavía a mi Barrio murmurando toda su sabiduría, murmurando sus pensamientos para él solo…
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