domingo, 22 de junio de 2014

Una Mosca

Espanté una mosca que me molestaba, y por un momento me imaginé la situación desde el punto de vista del insecto.
Un obstáculo muy grande, incomprensible, le impedía acercarse a algo tibio y húmedo donde alimentarse y, tal vez, poner huevos. Para el bicho sin duda era imposible entender lo que pasaba: no estaba equipado ni entrenado para descubrir mis límites, mi comienzo y mi final, mi alcance, mis intenciones, no sabía si eran buenas o malas o violentas
Era simplemente una catástrofe contra la que no podía hacer nada. Ni siquiera sabía en qué dirección evitarme, solo volar en círculos, no sabía cómo ir hacia otro montoncito de caca o cosa podrida o lo que tuviese en mente, sin el peligro de tropezar conmigo. O tal vez pensó que yo era el guardián de esa pudrición y que debía rendirme pleitesía o pedir permiso, la confusión la mataba, además ya había vivido más de medio día, solo le quedaban unas pocas horas de vida al pobre pero asqueroso insecto.
Una situación no muy diferente de la que enfrentamos los humanos todos los días.

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